Esta semana quiero hablaros del Sárcoma de Ewing, el tumor en el que se centró mi Trabajo de Fin de Máster. ¿Qué caracteriza a este tumor? ¿A quién afecta? ¿Existen tratamientos útiles? ¿Qué tratabamos de hacer nosotros en el laboratorio? ¡SIGUE LEYENDO!
Bien, el sarcoma de Ewing, que debe el nombre a su descubridor James Ewing, es fundamentalmente un tumor óseo (sí, de hueso) que suele desarrollarse en la pelvis, el fémur, la tibia y las costillas. Sin embargo, también puede aparecer en tejidos blandos, como los glúteos o los músculos cervicales.
Este sarcoma se trata del segundo tumor óseo más frecuente, y lo que es peor, el segundo más frecuente, pero en niños, adolescentes y adultos jóvenes (de 10 a 20 años). Pese a ello, se considera una enfermedad rara por la frecuencia en la que se produce: afecta a 1,5 de cada millón de niños en el mundo. Otro problema añadido es que la mortalidad que provoca es elevada (entre el 20 y el 30 % de los casos). Además, la cifra de mortalidad asciende a un 70 % en los casos con metástasis.
¿Cómo se intenta tratar?
Con las terapias anti-cancerígenas clásicas, es decir: quimio (matar todo aquella célula con una alta tasa de proliferación), radio (quemar con diferentes tipos de rayos la zona del tumor) y cirugía (extirpación directa). Estas, como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, tienen tantísimos efectos secundarios, que se necesita buscar con urgencia otros tratamientos alternativos, que sean además, bastante más efectivos. ¿Por ejemplo? Inmunoterapia: utilizar el sistema inmune o sus componentes para potenciar el efecto anti-tumor. Aunque hay varios proyectos en marcha, todavía no son tratamientos utilizados.
¿Qué es lo más característico de este tipo de cáncer?
Una translocación cromosómica. Y antes de que nadie empiece a poner caras raras, veremos qué significa este concepto. Los cromosomas no son más que nuestro ADN enrollado y compactado para que quepa en algo tan pequeño como una célula. Cada una de nuestras células (sea una célula de la piel, una célula del hígado o una célula del hueso) guarda una copia de todo nuestro ADN, y la manera de garantizar que quepa es hacer paquetes muy condensados, los cromosomas.
La especia humana cuenta con 46 cromosomas, agrupados de dos en dos en parejas. Cada una de nuestras células tiene por tanto 23 parejas de cromosomas (exceptuando las sexuales que tienen la mitad, pero ese es otro tema).
Ahora bien, ¿qué es un translocación cromosómica?
A modo sencillo: una parte de dos cromosomas diferentes, por ejemplo, de un cromosoma número 1 y de un cromosoma número 3, se rompen y se intercambian. De esta forma el cromosoma 1 va a tener parte del 3 y el cromosoma 3 parte del 1. Este fenómeno es una de las mutaciones más graves que sufre nuestro ADN.
¿Qué consecuencias va a tener esto?
Recordemos que el ADN lo forma un secuencia de miles de genes; y que los genes son los encargados de producir proteínas con diferentes funciones (desde dar color a nuestros ojos a controlar la muerte de las células viejas). Si con tan mala suerte, los dos cromosomas que se translocan se rompen por la mitad de dos genes, al juntarse van a generar lo que se conoce como fusión génica. Es decir, partes de dos genes diferentes que se fusionan y que generan una proteína anormal, una proteína de fusión.
Es esto lo que ocurre precisamente en el Sarcoma de Ewing. La translocación se produce entre los cromosomas 11 y 22, y el resultado es una proteína con funciones alteradas, que acaba causando el cáncer. En el caso de este tumor, la proteína de fusión es un factor transcripcional. Este tipo de proteínas tienen una función esencial en nuestras células, la de controlar qué proteínas se producen y en qué momento preciso. Imaginaros por tanto el desastre: La encargada de controlar proteínas con funciones esenciales para la célula, no funciona, y por tanto todas las proteínas que de ella dependen tampoco actúan normal.
¿El resultado?
La célula se descontrola, se empieza a multiplicar sin ningún control y aparece el tumor (un grupo de muchas células que proceden de una sola). En el sarcoma de Ewing esto ocurre en una célula ósea o en una célula de tejido blando. Y a partir de esa única célula aparece el tumor.
¿Qué estamos tratando de hacer nosotros en el laboratorio?
Buscar un tratamiento que sea al fin capaz de acabar con este tipo de cáncer: Editar genéticamente las células de este tumor. Conocemos cómo se fusionan estos dos genes y en qué puntos suelen hacerlo. Además, contamos con la ventaja de que esta translocación cromosómica es, en la mayoría de los casos, la única causa que produce el tumor. De esta forma, deshaciendo esta fusión entre genes, podríamos llegar a ser capaces de revertir, o al menos frenar, el crecimiento del tumor.
¿Cómo hacemos esto?
Con la ya famosísima herramienta CRISPR-Cas9 (https://www.mariairanzobiotec.com/editando-genes-crispr-cas9/). Esta herramienta nos permite cortar en un punto concreto del gen de fusión, como si de unas tijeras se tratasen. Tras el corte que inducimos en las células tumorales, estas, de forma normal, tienden a reparar la rotura. El problema es que suelen hacerlo de manera errónea. El resultado es que el ADN se altera, y la proteína de fusión encargada de causar el tumor se deja de producir.
Eliminar la principal causa de crecimiento descontrolado, al menos en células tumorales.
¿Lo estamos consiguiendo? ¿La estrategia será aplicable también en modelos animales? ¿Podrá llegar a ser un tratamiento exitoso para los pacientes? Por el momento solo tenéis que esperar a que mi trabajo de fin de máster esté listo, y si me dan permiso (es todo muy top secret en este mundillo), lo compartiré con vosotros y os daré más detalles.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Y al evitar que se produzca esa proteína de fusión tampoco se produciría el factor de transcripción normal. ¿No tendría graves efectos secundarios la falta de ese gen?